tan verdes estas colinas
que me acompañan diariamente,
como si fuesen hermanas
que me toman de la mano,
me vuelo entre sus ensueños,
como si perteneciera a sus jardines,
en una alianza entre carne y tierra,
la boca de la naturaleza me llama,
con su voz de ríos a sus sendas,
con un grito de madre
pide que me cuele entre sus aguas diáfanas,
que me haga reina
entre las cúspides de sus nevadas montañas,
como si yo fuera la tierra
en la que se siembren los deseos,
me pide que me acople en sus laderas,
y escuche atenta los estertores
de los amantes pasajeros,
y sea viento raco tibio sobre ellos,
entre sus cuerpos alborotados,
suelte las hojas del otoño
como un manto de oro les cubra sus tesoros,
que baje como lluvia
por sus senos, sus caderas,
y la noche junto al rio,
sea el canto que los arrulle.
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