En mi nariz,
aroma a madre madera,
estufa a leña,
carbón de espino
charquicán con albahaca,
y el vino en caja
sobre la mesa del Rey Arturo,
este menú convocaría, no para hoy,
sino para el lunes a medio dia.
Mas agua a la sopa,
donde come uno
comen docenas.
Salsa con mil escudos de carne,
medio kilo de cebolla,
como una olla volcánica,
como si el hambre nos llevara a la bella Italia,
con sus tallarines de domingo,
nos saboreábamos
y nos sobábamos la guatita,
el hambre no espera.
Hermosa la mesa del pobre,
donde el plato de entrada
eran dos hojas de lechuga,
y una delgada lonja de milanesa.
Luego la sopa hirviendo
soplen que quema,
cubitos de pan de marraqueta,
el toque celestial en la tierra.
El plato de fondo,
como adornos,
largos tallarines rojizos,
su salsa,
mas cebolla que carne,
la mesa del pueblo puesta,
la mesa del Rey Arturo,
en su circunvalación
sentado todo el mundo
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